Civilización o Barbarie
La imagen “Civilización o Barbarie” constituye una metáfora más o menos recurrente del lenguaje político. Tanto la palabra “civilización” como “barbarie” han tenido diferentes significados. Maristella Svampa[1] señala que el término Civilización desde fines del siglo XVIII tiene, además de la idea de refinamiento de las costrumbres, dos sentidos:
1- diacrónico: el concepto indica el “movimiento” (proceso) por el cual la humanidad había salido de la barbarie original por la vía del perfeccionamiento colectivo e ininterrumpido. Se trata de una postura progresista, puesto que vincula la civilización con el Progreso.
2- sincrónico: define un “estado” de civilización, esto es, un hecho actual, que se podía observar en ciertas sociedades europeas. Se trata de una postura reaccionaria, ya que tiende a la defensa de la civilización establecida.
Asimismo, la noción de Civilización implica la existencia de una Barbarie original[2]. En el mismo siglo, la palabra se usaba para indicar que existían culturas que permanecían en un estado anterior al de la civilización europea, esto es, para designar la alteridad: “bárbaro” es una palabra que no define, sino que descalifica al Otro, que queda así estigmatizado por aquél que se sitúa en el espacio de la civilización, entendida como un valor legitimador.
De esta manera, la noción de “civilización” se carga de sacralidad y demoniza a su antónimo: ya no designa un hecho que puede ser sometido a juicio, sino un valor irrefutable.
Además, Svampa señala tres funciones de la imagen “Civilización o Barbarie”:
1- Como ataque político para desacreditar al adversario.
2- Como mecanismo de legitimación de una clase social que se autoproclama depositaria de los valores de Progreso y Civilización.
3- Representa una sociedad amenazada por el riesgo de su propia descomposición.
[1] Tomado de El dilema argentino: Civilización o Barbarie, Taurus, 2006 [1994].
[2] Esta palabra, que se remonta hasta Homero (c. siglo VIII a. c.), en su origen se usó para designar a los extranjeros, los que no hablaban los dialectos griegos. Luego, con las guerras contra los persas (siglo V a. c.) adquiere el significado de “cruel” y “feroz”. Estas dos acepciones pasaron a los romanos, entre quienes tomó connotaciones morales y políticas.
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