“Si bien es cierto que muchas de las obras estudiadas como literatura en las instituciones académicas fueron ‘construidas’ para ser leídas como literatura, también es cierto que muchas no lo fueron (...) algunos textos nacen literarios, otros adquieren la condición de literatura, y a otros la condición les es impuesta. Sobre este aspecto, la producción de un texto es mucho más importante que su nacimiento. Lo que importa puede no ser el origen del texto, sino el modo por el cual las personas lo consideren. Si ellas deciden que se trata de literatura, pese a lo que su autor haya pensado (...) No existe una ‘esencia’ de la literatura.”
Grupo µ (Retórica general):
“(...) la literatura es un uso singular del lenguaje (...) es renunciar a la buena claridad de los signos que es fundamento del lenguaje [cotidiano], es correr la aventura del discurso opaco, opaco en la medida en que éste se muestra a sí mismo antes de mostrar el mundo. (...) El lenguaje del escritor no puede sino hacer ilusión, es decir producir él mismo su objeto (...) el arte (...) se sitúa por sí mismo más allá de la distinción entre lo verdadero y lo falso, que la cosa nombrada exista o no exista carece de importancia para el escritor.”
Vladimir Nabokov (Lecciones de literatura, 1984):
“La literatura no nació el día en que un chico llegó corriendo del valle neardenthal gritando ‘¡el lobo, el lobo!’, con un enorme lobo gris pisándole los talones; la literatura nació el día en que un chico llegó gritando ‘¡el lobo, el lobo!’, sin que lo persiguiera ningún lobo. El que el pobre pastorcillo acabara siendo devorado por un animal de verdad por haber mentido tantas veces es un mero accidente. Entre el lobo de la espesura y el lobo de la historia increíble hay un centelleante término medio. Ese término medio, ese prisma es el arte de la literatura.
Mario Vargas Llosa (La verdad de las mentiras, 1990):
“Cuando leemos novelas no somos el que somos habitualmente, sino también los seres hechizos entre los cuales el novelista nos traslada. El traslado es una metamorfosis: el reducto asfixiante que es nuestra vida real se abre y salimos a ser otros, a vivir vicariamente experiencias que la ficción vuelve nuestras. [...] Ese espacio entre nuestra vida real y los deseos y las fantasías que le exigen ser más rica y diversa es el que ocupan las ficciones.”
Tomás Eloy Martínez (Ficciones verdaderas, 2000):
“(...) la literatura no es una mera corrección de la realidad, un trazo que altera la imagen original, (...), sino otra realidad, diferente pero no adversaria de la realidad del mundo: un deseo de otra realidad y de otro orden dentro de la realidad, a la vez que un desplazamiento de la realidad hacia el territorio de la imaginación.”
José Pablo Feinmann (reseña sobre El profundo sur, de Andrés Rivera. Clarín, mayo de 1999):
“(...) la literatura se erige como una deliberada traición a los hechos. Se escribe para traicionar la facticidad, para entregarle un sentido que no tiene, para violentarla, para crearla desde el ámbito infinito de la ficción. (...) Rivera no escribe para ser verosímil, escribe para encontrar una verdad. Una verdad que no necesita remitirse a los hechos para validarse, sino que se valida por su remisión a sí misma, es decir, al texto literario.”
Ricardo Piglia (Crítica y Ficción, 2000):
Me interesa trabajar esa zona de indeterminación donde se cruzan la ficción y la verdad. Antes que nada porque no hay un campo propio de la ficción. De hecho todo se puede ficcionalizar. La ficción trabaja con la creencia y en este sentido conduce a los modelos convencionales de realidad y por supuesto también a las convenciones que hacen verdadero (o ficticio) a un texto. La realidad está tejida de ficciones. La Argentina de estos años es un buen lugar para ver hasta qué punto el discurso del poder adquiere a menudo forma de una ficción criminal. El discurso militar ha tenido la pretensión de ficcionalizar lo real para borrar la opresión. (...)
Para mí la literatura es un espacio fracturado, donde circulan distintas voces, que son sociales. La literatura no está puesta en ningún lugar como una esencia, es un efecto. (...) La ficción trabaja con la verdad para construir un discurso que no es verdadero ni falso. Que no pretende ser verdadero ni falso. Y en ese matiz indecible entre la verdad y la falsedad se juega todo el efecto de la ficción.
Juan José Saer (“El concepto de ficción”, 1989):
Podemos afirmar que la verdad no es necesariamente lo contrario de la ficción, y que cuando optamos por la práctica de la ficción no lo hacemos con el propósito turbio de tergiversar la verdad. (...) No se escriben ficciones para eludir, por inmadurez o irresponsabilidad, los rigores que exige el tratamiento de la “verdad”, sino justamente para poner en evidencia el carácter complejo de la situación, carácter complejo del que el tratamiento limitado a lo verificable implica una reducción abusiva y un empobrecimiento. Al dar un salto hacia lo inverificable, la ficción multiplica al infinito las posibilidades de tratamiento. No vuelve la espalda a una supuesta realidad objetiva: muy por el contrario, se sumerge en su turbulencia, desdeñando la actitud ingenua que consiste en pretender saber de antemano cómo esa realidad está hecha. (...)
La ficción no es, por lo tanto, una reivindicación de lo falso. Aun aquellas ficciones que incorporan lo falso de un modo deliberado -fuentes falsas, confusión de datos históricos con datos imaginarios, etcétera-, lo hacen no para confundir al lector, sino para señalar el carácter doble de la ficción, que mezcla, de un modo inevitable, lo empírico y lo imaginario. (...)
La ficción no solicita ser creída en tanto que verdad, sino en tanto que ficción. Ese deseo no es un capricho de artista, sino la condición primera de su existencia, porque sólo siendo aceptada en tanto que tal, se comprenderá que la ficción no es la exposición novelada de tal o cual ideología, sino un tratamiento específico del mundo, inseparable de lo que trata.
Irene Klein (La narración, 2007):
“Ante el carácter azaroso e imprevisible de la acción humana, el relato parecería erigirse como consuelo, remedio o compensación. Se podría afirmar, entonces, que todo relato nace de la imperiosa necesidad que tiene el hombre de ordenar la experiencia real o imaginada y de darle sentido. En tanto el hombre da a la experiencia, o sea al modo en que se vincula con el mundo, forma de relato, la narración se constituye en uno de los modos fundamentales de organización de su discurso y en el esquema mental que le permite comprender e interpretar el mundo. La narración, en síntesis, es un medio de conocimiento”.
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