jueves, 17 de marzo de 2011

Hilario Ascasubi

“La refalosa” (1843)

Amenaza de un mazorquero y degollador de los sitiadores de Montevideo dirigida al gaucho Jacinto Cielo, gacetero y soldado de la Legión Argentina, defensora de aquella plaza.

Mirá, gaucho salvajón,
que no pierdo la esperanza,
y no es chanza,
de hacerte probar qué cosa
es Tin Tin y Refalosa.
Ahora te diré cómo es:
escuchá y no te asustés;
que para ustedes es canto
más triste que viernes santo.

Unitario que agarramos
lo estiramos;
o paradito nomás,
            por atrás,

lo amararran los compañeros
por supuesto, mazorqueros,
y ligao
con un maniador doblado,
ya queda coco con codo
y desnudito ante todo.
¡Salvajón!
Aquí empieza su aflicción.

Luego después a los pieses
un sobeo en tres dobleces
se le atraca,
y queda como una estaca
lindamente asigurao,
y parao
 lo tenemos clamoriando
y como medio chanciando
lo pinchamos,
y lo que grita, cantamos
la refalosa y tin tin,
sin violín.

Pero seguimos al son
en la vaina del latón,
que asentamos
el cuchillo, y le tantiamos
con las uñas el cogote.
¡Brinca el salvaje vilote


















































que da risa!
Cuando algunos en camisa
Se empiezan a revolcar,
            y a llorar,
que es lo que más nos divierte;
            de igual suerte
que al Presidente le agrada,
y larga la carcajada
            de la alegría,
al oir la musiquería
y la broma que le damos
al salvaje que amarramos.

Finalmente:
cuando creemos conveniente,
después que nos divertimos
grandemente, decimos
que al salvaje
el resuello se le ataje;
y a derechas
lo agarra uno de las mechas,
mientras otro
lo sujeta como a potro
de las patas,
que si se mueve es a gatas.

Entretanto,
nos clama por cuanto santo
tiene el cielo;
pero ahí nomás por consuelo
a su queja:
abajito de la oreja,
con un puñal bien templao
y afilao,
que se llama el quita penas,
le atravesamos las venas
del pescuezo
¿Y qué se le hace con eso?
larga sangre que es un gusto,
y del susto
entra revolver los ojos.

¡Que jarana!
nos reímos de buena gana
y muy mucho,
al ver que hasta les da chucho;
y entonces lo desatamos
y soltamos;
y lo sabemos parar
para verlo refalar


















































¡en la sangre!
hasta que le da calambre
y se cai a patalear,
y a temblar
muy fiero, hasta que se estira
el salvaje: y, lo que espira,
le sacamos
una lonja que apreciamos
el sobarla,
 y de manea gastarla.

De ahí se le cortan las orejas,
barba, patillas y cejas;
y pelao
lo dejamos arumbao, 
para que engorde algún chancho,
o carancho.
....................................................
Con que ya ves, Salvajón;
nadita te ha de pasar
después de hacerte gritar:
¡Viva la Federación!



Latón: sable.
Sobeo: soga de cuero largo y torcido.

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