martes, 29 de marzo de 2011

Juan José Hernández Arregui

Sobre el concepto «ser nacional» [1] (fragmentos)

En los últimos tiempos se oye hablar en la Argentina del “ser nacional”. Ahora bien, cuando un concepto es manejado por corrientes ideológicas contrapuestas, el mismo es una metáfora o uno de esos recursos abusivos del lenguaje, que más que una descripción rigurosa del objeto mentado, tiende a expresar un sentimiento confuso de la realidad.
   Es necesario, pues, analizar metodológicamente el concepto de “ser nacional” para establecer si contiene elementos concretos, si se ajusta a alguna realidad o es una ficción mental. La exigencia de un examen del concepto está determinada por el hecho de que términos genéricos como éste proponen, en forma deliberada o no, la creencia en una especie de ente metafísico más allá del individuo y la sociedad. Es preciso, entonces, desnudar al “ser nacional” de sus pretendidas connotaciones ontológicas, de su brumosidad irracional.
   El concepto “ser nacional” es, en primer término, un concepto general y sintético, compuesto por una pluralidad de subconceptos subordinados y relacionados entre sí. En consecuencia, debemos averiguar si tal concepto abstracto tiene un correlato objetivo, a fin de resolverlo en sus componentes verdaderos. En definitiva, el concepto “ser nacional” debe ser sometido a lo que en sociología se llama análisis factorial, consistente en la descomposición de sus factores reales -geográficos, tecnológicos, histórico-culturales, etcétera-, cuya totalidad material agota el contenido formal del concepto. (…)

“Ser nacional” y cultura
 El ser nacional se expresa como cultura nacional. ¿Pero qué es la Cultura? En su definición más escueta, es el conjunto de bienes materiales y espirituales producidos por un grupo humano, y que da forma a la coexistencia y coetaneidad de una comunidad nacional, más o meno homogénea en su caracterización psíquica frente a otras comunidades. Mas la comunidad de cultura de un pueblo, asentado en una determinada área geográfica, si bien muestra en su taxonomía, rasgos externos que individualizan a ese pueblo como distinto a otros, no es uniforme en su internidad. Dentro de toda comunidad nacional, se comprueban divisiones económicas, vallas culturales, puntos de osificación que aíslan a las clases sociales, tanto como ramificaciones convergentes que las acercan o separan al compás de las luchas internas y las presiones externas. En suma, la comunidad nacional de cultura es una multiplicidad de tensiones congéneres y antagonistas que se expresan, según las clases sociales, como concepciones divergentes de la cuestión nacional.
   En la base, pues, del “ser nacional” se encuentran las clases sociales, y dado que la actividad del hombre en comunidad es un proceso que se anuda en las tempestades de la vida colectiva, el “ser nacional” manifiesta su diversidad en la lucha política de una nación, ya que la política es la actividad práctica del hombre histórico, del hombre vivo, a través de las clases sociales contrapuestas entre sí. Y como “las relaciones entre las clases -según Hubbert Lagardelle- son relaciones de fuerza”, en las grandes crisis de una nación, cada clase concebirá la realidad nacional desde perspectivas diferentes. El ser nacional emerge ahora, como la comunidad escindida, en desarrollo y en discordia, como proceso en movimiento, no como substancialismo de la idea, sino como una contrastación, vedada o abierta, de las clases actuantes dentro de la comunidad nacional, no como nostalgia por los panteones y ornatos de la historia, no como paz, sino como guerra. En síntesis, el “ser nacional” no es uno sino múltiple.


[1] En ¿Qué es el ser nacional?, Catálogos, [1963] 2002.

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