jueves, 17 de marzo de 2011

Lucila Pagliai

La literatura de la organización nacional: los argumentos de una nación 

Gran parte de la literatura de la organización nacional tuvo un carácter instrumental y político, y la mayoría de los escritores fueron encumbrados ideólogos y hombres públicos comprometidos con diversos procesos fundacionales y de transformación. En ese marco, la literatura de ideas en sus diversas formas -el ensayo, la polémica, el artículo periodístico, la epístola, el discurso y la arenga, el documento político, histórico, biográfico- alcanzó altos niveles de desarrollo desde la obra pionera de Echeverría, con Sarmiento y Alberdi como los grandes ensayistas de la organización nacional, hasta las de Mitre y Vicente Fidel López como los escritores de una historia nacional para la Argentina consolidada.
   Como es habitual en el discurso persuasivo -característico de la literatura de ideas-, se lanzan y discuten pensamientos y posiciones, se interpreta la historia, se tejen negociaciones; y también se argumenta para convencer, buscar adeptos, desarticular al adversario o aniquilar al enemigo.
   En esa línea de batalla retórica, se coloca gran parte de la literatura política del destierro primero y de la organización nacional después; los escritos, en este caso, se mueven en el despacio enunciativo de lo que Marc Angenot llama discurso agónico, cuya característica distintiva es la presencia de un antagonista -indispensable para concretar la doble estrategia de demostrar la tesis propia y descalificar la ajena- y su vinculación consecuente con la polémica y la refutación.
   En ese marco, el discurso agónico supone los siguientes elementos textuales:
- la definición de un topos (por ejemplo, la organización nacional, la guerra, el autoritarismo, el progreso, la educación popular, la frontera, etcétera);
- la presencia implícita de un “nosotros” (el campo de los amigos y las alianzas) y un “ellos” (el campo de los otros, de los oponentes y enemigos);
- la utilización de formas de enunciación, recursos lingüísticos y literarias que refuercen el sentido antagónico (pronombres, verbos preformativos, formas de tratamiento, ironías conceptuales, preguntas retóricas, exclamaciones, adjetivaciones valorativas, etcétera);
- la alusión directa o indirecta a circunstancias extratextuales que remiten al discurso social de la época y al horizonte cultural receptor.

Frente a nuevos acontecimientos de envergadura (la Guerra del Paraguay, la Campaña del Desierto, el alambrado, la disputa por Buenos Aires, el aluvión inmigratorio) diversas voces críticas se incorporan al debate de los argumentos de la nación; y lo hacen -como Guido y Spano, Ricardo Gutiérrez, Andrade, Obligado, Mansilla, Hernández, de nuevo Alberdi- no sólo con ensayos, documentos y panfletos de corte romántico combativo, sino también con poemas, relatos autobiográficos y obras de teatro.
   En la medida en que estos escritos tienen, explícita o implícitamente, a la nación como preocupación y entablan en ese aspecto una relación dialógica con otros textos y con la sociedad, también aquí, como en el caso de los grandes ensayistas, la dimensión pragmática del discurso, el lugar de la enunciación, el lenguaje como acto y acción, adquieren particular relevancia. (“Sus escritos son acciones. No son escritos literarios: son actos de coraje, de patriotismo, de sinceridad”, dice Alberdi sobre sí mismo en Memorias sobre mi vida y mis escritos).

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