miércoles, 9 de marzo de 2011

Manuel de Lavardén

ODA
 
Al majestuoso río del Paraná, del doctor don Manuel de Lavardén, auditor de guerra del ejército reconquistador de Buenos Aires.

Augusto Paraná, sagrado río,
primogénito ilustre del Océano,
que en el carro de nácar refulgente,
tirado de caimanes, recamados
de verde y oro, vas de clima en clima,
de región en región, vertiendo franco
suave verdor y pródiga abundancia,
tan grato al portugués como al hispano:
si el aspecto sañudo de Mavorte,
si de Albión los insultos temerarios
asombrando tu cándido carácter,
retroceder te hicieron asustado
a la gruta distante, que decoran

perlas nevadas, ígneos topacios,
y en que tienes volcada la urna de oro
de ondas de plata siempre rebosando;
si las sencillas ninfas argentinas
contigo temerosas profugaron,
y el peine de carey allí escondieron,
con que pulsan y sacan sones blandos
en liras de cristal, de cuerdas de oro,
que os envidian las deas del Parnaso;
desciende ya, dejando la corona
de juncos retorcidos, y dejando
la banda de silvestre camalote,
pues que ya el ardimiento provocado
del heroico español, cambiando el oro
por el bronce marcial, te allana el paso,
y para el arduo, intrépido combate
Carlos presta el valor, Jove los rayos.
Cerquen tu augusta frente alegres lirios
y coronen la popa de tu carro;
las ninfas te acompañen adornadas
de guirnaldas, de aromas y amaranto;
y altos himnos entonen, con que avisen
tu tránsito a los dioses tributarios. (…)

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