martes, 29 de marzo de 2011

Claudio Lomnitz

Identidad [1]

Esencialistas y construccionistas

Por lo general, al hablar de identidad hablamos de dos situaciones diferentes: en la primera tenemos dos o más sujetos que parecen diferentes pero que son en realidad iguales; mientras que en la segunda dos sujetos que son distintos quedan igualados por medio de alguna operación mental. (…) Es decir que la identidad puede manar de una cualidad intrínseca de las cosas, o bien puede ser construida desde al razón, identificando dos cosas que en su naturaleza son distintas.
   Estas dos maneras de entender la identidad sobreviven hasta hoy en las ciencias sociales, y se presentan de manera encontrada: los esencialistas, que consideran que la identidad mana de una naturaleza idéntica compartida, y los construccionistas, que consideran que la identidad es construida artificialmente en la interacción social. Podemos encontrar tendencias esencialistas y construccionistas en los estudios de identidad de género, de la identidad étnica, de la identidad de raza, de la identidad de clase y de la identidad nacional, que son los temas principales de los estudios de identidad en las ciencias sociales.


[1] En Términos críticos de sociología de la cultura, Carlos Altamirano (Director), Paidos, 2002.

Juan José Hernández Arregui

Sobre el concepto «ser nacional» [1] (fragmentos)

En los últimos tiempos se oye hablar en la Argentina del “ser nacional”. Ahora bien, cuando un concepto es manejado por corrientes ideológicas contrapuestas, el mismo es una metáfora o uno de esos recursos abusivos del lenguaje, que más que una descripción rigurosa del objeto mentado, tiende a expresar un sentimiento confuso de la realidad.
   Es necesario, pues, analizar metodológicamente el concepto de “ser nacional” para establecer si contiene elementos concretos, si se ajusta a alguna realidad o es una ficción mental. La exigencia de un examen del concepto está determinada por el hecho de que términos genéricos como éste proponen, en forma deliberada o no, la creencia en una especie de ente metafísico más allá del individuo y la sociedad. Es preciso, entonces, desnudar al “ser nacional” de sus pretendidas connotaciones ontológicas, de su brumosidad irracional.

Leonor Arfuch

Problemáticas de la identidad [1] (fragmento)


















La concepción contemporánea de las identidades, a la luz del psicoanálisis, la lingüística y las teorías del discurso, se aleja de todo esencialismo -en tanto conjunto de atributos “dados”, preexistentes- para pensar más bien su cualidad relacional, contingente, su posicionalidad en una trama social de determinaciones e indeterminaciones, su desajuste -en exceso o en falta- respecto de cualquier intento totalizador. La identidad -en singular- será vista entonces como un “momento” identificatorio en un trayecto nunca concluido (…).
   En efecto, el aire de los tiempos trajo aparejada la necesidad de redefinición, al punto que es ya casi imposible, en el léxico académico, utilizar la vieja palabra sin aligerarla de su carga originaria: lo esencial, lo innato, lo idéntico a sí mismo, lo que determina, lo que permanece, etc. (…) La identidad sería entonces no un conjunto de cualidades predeterminadas -raza, color, sexo, clase, cultura, nacionalidad, etc.- sino una construcción nunca acabada, abierta a la temporalidad, la contingencia, una posicionalidad relacional sólo temporariamente fijada en el juego de las diferencias. (…)
   La pregunta sobre cómo somos o de dónde venimos se sustituye, en esta perspectiva, por el cómo usamos los recursos del lenguaje, la historia y la cultura en el proceso de devenir más que de ser, cómo nos representamos, somos representados o podríamos representarnos. Ni hoy entonces identidad por fuera de la representación, es decir, de la narrativización -necesariamente ficcional-.


[1] En Identidades, sujetos y subjetividades, [2005] 2008.

José Carlos Chiaramonte

¿En qué consiste hoy el ser nacional de los argentinos?
 
Es frecuente encontrar, en los medios, opiniones o preguntas relativas a un sujeto colectivo, los argentinos, respecto del cual son incongruentes. Las preguntas suelen ser, por ejemplo, cómo comen los argentinos, qué leen los argentinos, cómo aman los argentinos. Dada esta forma de usarlo, hasta podría objetarse que es un sujeto inexistente. Porque respecto de temas como esos, en lugar de un solo conjunto de argentinos existen, afortunadamente, muchos y diversos. Pero ocurre, y es la raíz del problema, que una antigua tradición cultural ha llevado a suponer que los pueblos, esto es, el conglomerado de seres humanos pertenecientes a un Estado nacional, poseerían una homogeneidad cultural que sería la causa de la existencia de ese Estado y, asimismo, un rasgo necesitado de protección y estímulo.
   Este supuesto es un error. Las investigaciones históricas de los últimos tiempos han mostrado que la gran mayoría de las naciones modernas no se formaron a partir de una homogeneidad étnica, denominada nacionalidad, fuese ésta entendida en términos raciales o solamente culturales. Si bien algunos países pueden haberse aproximado a esa uniformidad en algún momento de su historia, en los casos más significativos de los estados nacionales contemporáneos se comprueba que en su origen han reunido a grupos humanos diversos, tal como ocurrió en Francia, Italia, España, Gran Bretaña y Alemania.
   El criterio de la identidad étnica es mucho más errado en Hispanoamérica,

García Canclini

Para qué sirven los ritos: identidad y discriminación [1] (fragmento)

Algunos autores mexicanos, entre ellos Carlos Monsiváis y Roger Bartra, han demostrado, a propósito de otros discursos -la literatura, el cine-, que ciertas representaciones de lo nacional se entienden más como construcción de un espectáculo que como correspondencia realista con las relaciones sociales. “Los mitos nacionales no son un reflejo de las condiciones en que vive la masa del pueblo”, sino el producto de operaciones de selección y la “trasposición” de hechos y rasgos elegidos según los proyectos de legitimación política.
   Para radicalizar esta desustancialización del concepto de patrimonio nacional hay que cuestionar esa hipótesis central del tradicionalismo según la cual la identidad cultural se apoya en un patrimonio, constituido a través de dos movimientos: la ocupación de un territorio y la formación de colecciones. Tener una identidad sería, ante todo, tener un país, una ciudad o un barrio

Carlos Mastronardi

Rasgos del carácter argentino [1] (fragmento)

Los argentinos se miran a si mismos. Abundantes libros tienden a esclarecer el carácter de nuestro hombre medio. En los últimos treinta años esa propensión analítica adquirió mucho vigor y casi no hubo ensayista que no arriesgaba una tesis acerca del espíritu nacional. No se trata de un empeño fortuito o carente de significado. Antes bien, revela que el país busca su forma, su estilo, su fundamento vivo y operante. (…)
   [Ciertos] ensayistas juzgan que nuestro hombre medio está signado por el fatalismo y la frustración. Martínez Estrada levanta una vasta estructura interpretativa para probar que el medio físico nos determinada: somos derivación y consecuencia pasiva de invencibles fuerzas telúricas. Nos hallamos frente ante un pesimismo trascendental de noble entonación poética. La naturaleza lo puede todo, en tanto que el proceso histórico es inoperante. El ombú maléfico y la pampa inhóspita se convierten en símbolos. La mitología cuenta aquí mucho más que la sociología. Oportuno es recordar, asimismo, la tesis de la Argentina invisible, que vendría a ser nuestra realidad más pura, si bien inmóvil como el río meditativo junto al cual se levanta Buenos Aires. Con lucidez y acierto, Sábato caracteriza nuestra tristeza, voceada por el Tango.
   Algunos escritores, entre los que se destaca Ismael Viñas, estiman que estos problemas son inseparables del contexto social-económico. Consideran insensato hablar de “esencias” nacionales, ya que toda comunidad es mudadiza, inestable. Toman el partido de la historia y renuncian al principio de identidad. Admitimos que nuestros atributos son cambiantes, pero creemos que no se transfiguran de modo instantáneo. En un momento dado es posible practicar un corte analítico. El mismo Viñas ya no es el hombre que era algunos años, pero continúa siendo Viñas. Felizmente.


[1] En El ensayo argentino. 1930-1970, CEAL.

Gustavo Santiago

Lenguaje e identidad en la era de consumo [1] (Fragmentos)

 No podemos pensar sin lenguaje. ¿Qué es el mundo más allá del lenguaje? No hay manera de saberlo, no hay manera de pensarlo. Si algo no significa nada para el hombre, si no puede conceptualizarlo, sencillamente no existe. De ahí que algunos filósofos herederos del estructuralismo y la hermenéutica hayan llegado a sostener que el mundo es el lenguaje. Porque sin lenguaje no hay, ni siquiera, nada.
   Dentro de ese mundo-lenguaje estamos, por supuesto, nosotros. Pensar en la propia identidad es hacer una pregunta: ¿quién soy? Y la única manera de responder esta pregunta es recurriendo al lenguaje. Es el lenguaje el que me va a permitir articular una unidad, la del narrador-personaje, con una pluralidad de sucesos, de actitudes que atribuyo al yo.
   ¿Quién soy? Soy aquello que puedo decir de mí.

Susana Rotker

Cautivas. Olvidos y memoria en la Argentina

















Ya esta en Tinta negra las fotocopias del libro de Rotker
(págs. 15 a 19; 37 a 41 y 115 a 120)

sábado, 19 de marzo de 2011

Cuadernillo





Ya está en Casa Porta , Hilario Lagos 138 (frente al casino del centro), el caudernillo con material teórico acerca de la literatura y de los textos disciplinares. El precio es de $6.

jueves, 17 de marzo de 2011

Lucila Pagliai

La literatura de la organización nacional: los argumentos de una nación 

Gran parte de la literatura de la organización nacional tuvo un carácter instrumental y político, y la mayoría de los escritores fueron encumbrados ideólogos y hombres públicos comprometidos con diversos procesos fundacionales y de transformación. En ese marco, la literatura de ideas en sus diversas formas -el ensayo, la polémica, el artículo periodístico, la epístola, el discurso y la arenga, el documento político, histórico, biográfico- alcanzó altos niveles de desarrollo desde la obra pionera de Echeverría, con Sarmiento y Alberdi como los grandes ensayistas de la organización nacional, hasta las de Mitre y Vicente Fidel López como los escritores de una historia nacional para la Argentina consolidada.
   Como es habitual en el discurso persuasivo -característico de la literatura de ideas-, se lanzan y discuten pensamientos y posiciones, se interpreta la historia, se tejen negociaciones; y también se argumenta para convencer, buscar adeptos, desarticular al adversario o aniquilar al enemigo.